La Inteligencia Artificial ha conquistado muchas áreas de nuestras vidas, desde la redacción de emails profesionales hasta la planificación de itinerarios. Sin embargo, hay un ámbito donde su intromisión empieza a generar fricción: las conversaciones personales.

Cuando un amigo, familiar o colega se acerca a nosotros con una pregunta, un dilema o una solicitud de consejo, lo hace porque valora nuestra perspectiva, nuestra experiencia y, sobre todo, nuestra voz auténtica. Pero en la era de los grandes modelos de lenguaje (LLMs) como ChatGPT, la tentación de copiar y pegar una respuesta generada por una máquina es alta. ¿Qué coste social tiene esta delegación digital?

La tentación de la eficiencia perfecta

Los chatbots son herramientas increíblemente eficientes. Pueden estructurar un argumento complejo en segundos, ofrecer un resumen impecable o sugerir soluciones que quizás no se nos ocurrirían. Esto es especialmente útil cuando estamos ocupados o enfrentamos un bloqueo mental.

El problema surge cuando esa eficiencia se utiliza para sustituir el esfuerzo personal en interacciones que requieren autenticidad. La persona que pregunta no busca la respuesta más pulida o científicamente correcta; busca tu respuesta. Quieren saber qué piensas tú, cómo te sientes tú, no lo que un algoritmo entrenado con miles de millones de textos ha decidido que es la respuesta óptima.

Cuando la delegación se vuelve descortesía

Imaginemos que su amigo le pide un consejo sobre una situación laboral delicada. Usted podría simplemente copiar la pregunta en un chatbot y reenviar el texto resultante, que probablemente será articulado y diplomático. Pero al hacerlo, está comunicando, implícitamente, que su tiempo y esfuerzo para pensar la respuesta no valen la pena.

Es similar a regalar una tarjeta de felicitación que ha sido generada automáticamente, sin una sola palabra escrita a mano. Aunque el texto sea hermoso, la falta de esfuerzo y personalización devalúa el gesto. En el contexto de la amistad, externalizar la respuesta a una máquina puede interpretarse como pereza o, peor aún, como una falta de respeto hacia la relación.

Lo que perdemos al delegar la voz

El uso constante de la IA como muleta comunicativa tiene un impacto sutil pero profundo en nuestras habilidades sociales y en la calidad de nuestras conexiones:

• Pérdida de Autenticidad: Nuestras respuestas pierden el matiz, el humor interno y la historia compartida que solo nosotros podemos inyectar.
• Debilitamiento del Pensamiento Crítico: Si delegamos la formulación de argumentos y consejos a la IA, dejamos de ejercitar nuestra propia capacidad para sintetizar ideas y ofrecer soluciones originales.
• Erosión de la Confianza: Si un amigo descubre que la respuesta profunda que recibió fue generada por un bot, la confianza en la autenticidad de futuras interacciones podría verse comprometida.

La IA como herramienta, no como sustituto

La clave no es demonizar el uso de los chatbots, sino entender su rol. La Inteligencia Artificial es una herramienta poderosa que puede ayudarnos a investigar, estructurar o inspirarnos. Podemos usarla para obtener ideas iniciales o para revisar el tono de un borrador.

Sin embargo, la responsabilidad final de la comunicación, especialmente en el ámbito personal, debe recaer en nosotros. El valor de una respuesta no está solo en su contenido, sino en el acto de darla. Si alguien busca su opinión, su conocimiento y su respeto, lo menos que podemos hacer es ofrecerles nuestra voz, sin intermediarios algorítmicos.